Soledad
Roberto nos manda una carta de sor Encarnación, religiosa misionera en África durante 30 años y que ahora està en las Baleares. La diferencia entre África y nuestro país es impresionante. Lo que ella nos explica no pasaría nunca en África. Quizás que pensemos un poco...
El timbre de la habitación suena una y otra vez. Siempre es la misma persona y, humanamente hablando, ya cansa un poquito.
¿Qué desea Francisco?
-Hermana, me duele todo, por favor, cámbieme de postura.
Otra vez: - Hermana, quiero levantarme.
5 Minutos más tarde: -Hermana, me quiero acostar.
Otra llamada: -Hermana, por favor, alcánceme el agua.
Y otra: -Hermana, tengo ganas de llorar. ¡Me siento tan solo!
Y otra y otra y otra llamada…
Unos momentos de conversación con él y le perdonas todas las llamadas porque ves en este señor de 78 años a un hombre solo que sufre enormemente. Tiene tres hijos y nietos pero nadie viene a visitarle. No tiene ni zapatillas. Fue juez y tiene una buena pensión pero sus hijos se la administran y él no ve nada.
Me habla de su vida, de su tierra natal y de la pena que tiene. Sólo sé escucharle. A veces le digo alguna palabra de ánimo que le dé un poquito de esperanza pero no es fácil ponerse en la piel del otro, sobre todo ante un sufrimiento profundo. Creo que en este caso el silencio y la compañía es lo más acertado.
Después de muchas tentativas al móvil de su hijo, por fin me contesta. Le explico la situación y le pido que venga alguien a ver a su padre, que le traiga unas zapatillas, las gafas, una radio… no sé, algo para que su padre pueda distraerse.
-"Tengo cosas más importantes que hacer”, me responde.
-¿Mas importantes que su padre?
-“Pues sí.”
Me quedé de piedra pensando en este “país de blancos” que tienen responsabilidades mayores que las de la familia más cercana….
Y el timbre suena de nuevo… Es la llamada de la esperanzo o quizá de la soledad….
Un abrazo para todos.
Encarnación, desde Palma de Mallorca.
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